Santiago de Compostela

Mi Camino a Santiago de Compostela (Parte I de III)

Existen varios caminos hacia Santiago de Compostela, el más transitado es el Camino Francés que inicia en Saint Jean Pied de Port al suroeste de Francia, su longitud es de aproximadamente de mil kilómetros, aunque no todos inician la travesía desde ahí, muchos comienzan en Sarria, que es el recorrido mínimo a pie para que las autoridades eclesiásticas te den tu Compostela, que es el certificado que consta que recorriste el Camino; desde Sarria hasta Santiago son ciento catorce kilómetros, pero hay muchos que dicen que realmente el Camino inicia desde que sales de tu casa con destino a Santiago, yo diría que comienza antes: desde que lo imaginaste. 

Hacía siete años que quería realizarlo, estaba en mi mente, espiritualmente significaba mucho para mi; sin embargo, las cosas suceden cuando estás preparado para ellas.

Catedral de Santiago de Compostela. Imagen de Lonelyplanet.

 

Salí de mi casa, viajaba de Chihuahua a Madrid con un itinerario muy peculiar y muchas escalas interesantes, en mi primer escala una situación llamó mi atención, durante mi espera en la terminal observé a dos niños jugando como si se conocieran de siempre, nada tendría de reveladora esta escena sino fuera porque evidentemente uno era mexicano y el otro extranjero, fue asombroso sentir una pequeña epifanía de como venimos a este mundo sin prejuicios, ni fobias, ni enojos o enemigos, solos los vamos creando en nuestras pequeñas mentes abyectas y cuadradas importando estructuras de pensamiento instaladas por default en nuestro cerebro por la sociedad.

Después llegó la hora de abordar el avión, me subí y llegué a Toronto el mismo día por la noche (el plan era pernoctar para el día siguiente tomar mi vuelo a Europa) me recibió Javier, un amigo Exatec, a quien le tengo gran aprecio; no pensábamos hacer nada y el plan era dormir para levantarse temprano, nos quedamos de ver en Union Station, pero en el camino a su depa surgió la idea de ir al Madison Avenue Pub a escuchar tocar a Mick, el pianista, beber solo una cerveza e irnos a descansar.

Llegamos al lugar, estaba llenísimo, el pianista tocaba hits buenísimos y los jóvenes cantaban al son de la música, una cerveza tras otra, terminamos cantando los covers de Mick: Coldplay, Bon Jovi con Livin’ on a Prayer y la canción country de Take Me Home, Country Roads, hasta que prendieron las luces, ya era de madrugada, se nos había pasado el tiempo rapidísimo.

Al día siguiente aproveché para regresar a la CN Tower, caminar un poco, tomar un buen café de Tim Hortons, como siempre me lo recomienda mi amigo Jorge, luego llegó la hora de tomar mi vuelo, me despedí de Javi y tomé metro rumbo a Union Station con el plan de agarrar UP Express al aeropuerto, revisé si traía todo en orden y para mi mala suerte descubrí que me había quedado con las llaves del departamento de Javier y ¡no traía mi pasaporte!

A darle vueltas a la cabeza para pensar en que lugar lo había dejado, me bajé en Union Station, vacié mi mochila y no estaba el pasaporte, medité rápido, tenía que tomar mi vuelo a Europa en poco tiempo; pedí un UBER con rumbo al depa de mi amigo, subí rapidísimo y por suerte ahí estaba mi pasaporte, lo tomé, bajé, dejé las llaves en recepción y pedí otro UBER rumbo a Pearson; casi cincuenta dólares canadienses desperdiciados por no asegurarme de traer el pasaporte conmigo y con el peligro de perder mi vuelo.

De camino al aeropuerto, me llega un correo electrónico que me avisa que mi vuelo está demorado más de una hora, ¡qué alivio!, me relajo un poco, veo la aplicación y me doy cuenta que mi chofer es débil auditivo; platico con Juan, nacido en México, caucásico, hijo de padre canadiense y madre mexicana, me cuenta de la situación que le tocó vivir en México hasta los diez años y que su familia cambió su residencia a Canadá; siempre me es interesante escuchar las perspectivas de otras personas y su cosmovisión.

Llegamos al aeropuerto, me despido de Juan y corro a buscar mi puerta; por suerte, casi siempre viajo ligero, no documentaba, paso el filtro de seguridad, corro a la puerta, abordo el avión y parto.

Llego a Islandia, a una conexión rápida de cuarenta minutos; seguro de mi mismo no apago los datos móviles, conociendo mi avidez de internet, previamente había dado de alta un plan de datos para Europa, pero ¡oh sorpresa! después de media hora en Reykjavik me llega un mensaje que dice: ¡Islandia no entra en el plan de datos europeo!

Eventualmente me comuniqué a Telcel, pero jamás pude hacerle entender al asesor telefónico que geográficamente Islandia está en Europa, para él y para Telcel Islandia no es Europa, qué tonto ¿no?, además de su aviso en SMS inservible media hora después de haber aterrizado en el país y una vez que había consumido megabytes. Espero correr con más suerte en el Centro de Atención.

Mapa Camino de Santiago. Imagen de Guideviaje.

 

Son las 4:30 A.M. tiempo local, medio cargo mi celular y me trepo al avión con rumbo a Bruselas, voy contento, una vez aterrizando ya solo me faltaría tomar vuelo a Madrid ¡y listo! Sin embargo, después de más de tres horas de vuelo nos avisan que por tormentas de nieve vamos a tener que aterrizar de emergencia en Rotterdam y esperar a que mejoren las condiciones climatológicas para volar a Bruselas.

Llegamos a los Países Bajos alrededor de las diez, antes meridiano hora local, el personal de la aerolínea nos da aliento de despegar pronto y retomar el rumbo, pero van transcurriendo las horas y no nos movemos, todos en nuestros asientos, la gente se empieza a desesperar, el aeromozo en un inglés raro nos da la indicación de que no hay certeza de que las condiciones mejoren y quién tenga que conectar vuelos e irse a Bélgica puede bajar de la aeronave e irse por sus propios medios, en pocas palabras, arréglenselas como puedan. Se baja medio avión y yo me quedo.

Cuatro horas varados en Rotterdam, con la puerta frontal del avión abierta, entrando el frío de -10ºC; el personal del avión evidentemente preocupado, intercambiando palabras con los empleados del aeropuerto también desconcertados porque esa linea aérea no opera ahí; los que quedamos en el avión: congelados. Mi vuelo salía de Bruselas en dos horas, a 142 kilómetros de distancia, ¿me bajo, agarro un taxi a la estación de trenes y cojo el primer tren a Bruselas o me espero a ver que dicen?

Decido quedarme, el personal resuelve mandarnos por tierra a Bruselas y no nos queda más que esperar tener la buena suerte de que los vuelos allá se hayan retrasado por el mal clima, nos fuimos y en dos horas estábamos en el aeropuerto de la capital de Bélgica; por fortuna, los vuelos estaban retrasados, el mío que salía a las cinco de la tarde, terminó saliendo pasada la medianoche, Iberia tuvo que traer un Boeing gigante para meter a toda la gente de las diversas corridas que habían estado posponiéndose. Trepé al avión y me dormí.

Pasadas dos horas y media aterrizábamos en el Aeropuerto de Madrid-Barajas, había llegado a la tierra de Cervantes y esto apenas comenzaba.

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