AMLO el sueño populista

AMLO: El sueño populista y la utopía de la Constitución moral

“The problem with socialism is that you eventually run out of other people’s money.”

-Margaret Thatcher

El proyecto económico de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) ha generado controversia a raíz de los presuntos orígenes ideológicos  populistas o socialistas, incluso se ha comparado con las políticas chavistas en Venezuela.

Así mismo, muchos medios han comparado al candidato como un dictador en potencia, sin embargo, ¿qué tanto de esto es cierto?, ¿su proyecto económico es a todas luces un sinónimo de chavismo?, ¿es la solución a los fracasos económicos de los últimos 40 años?, ¿es factible un Estado moral ante una falta de cohesión social?…

El inicio de la decadencia económica mexicana

Entre la década de los 70 y 80 del siglo XX, la economía mundial sufrió un fuerte retroceso al percibir altos índices de inflación así como el recrudecimiento de la pobreza; el Estado de Bienestar y las políticas públicas proteccionistas que habían sido implementadas desde la década de los 30 y que estimularon en gran medida el desarrollo de las economías en vías de desarrollo o que sufrieron los efectos directos de la Guerra Mundial era ya obsoleto pues, dicho modelo económico, representaba una gran carga para las finanzas públicas, promoviendo el endeudamiento del Estado y comprometiendo recursos a largo plazo que pronto superaron la capacidad de pago.

En México, el gobierno optó por ignorar el mercado internacional de petróleo y promovió un precio por barril propio, lo que ocasionó que se dejaran de percibir ingresos en dólares estadounidenses por este concepto. Para 1981, el país se hundía y el entonces presidente José López Portillo acusó a los especuladores de jugar con la moneda mexicana; el problema se recrudeció al año siguiente pues anunció la nacionalización de la banca y la implementación del control de cambios, esto con la finalidad de detener la devaluación del peso y como una solución a corto plazo para reactivar la economía nacional.

Lo anterior le cerró al país las puertas al crédito internacional y mientras el país se asfixiaba, el nuevo presidente electo, Miguel de la Madrid, optó por acceder a las demandas del Fondo Monetario Internacional (FMI) a fin de estabilizar la economía nacional , por lo que entre 1982 y 1988, el FMI y el Banco Mundial, condicionaron a México para implementar políticas de austeridad, poniendo en práctica el recién modelo neoliberal que promovía una mínima intervención del Estado y la liberalización de la economía, lo que se tradujo en la venta de empresas del Estado, un fuerte ajuste fiscal y la apertura de mercados antiguamente exclusivos para el Estado.

La historia no cambió mucho entre 1988 y 1994, pues durante estos años la economía mexicana se convirtió paulatinamente en un Estado neoliberal, siendo la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) la cereza del pastel. Durante el último sexenio priísta y el inicio del gobierno panista (1994 – 2012), la competitividad agrícola se vino abajo pues el país solo podía ofrecer algunos productos como hortalizas y ganado bovino a los Estados Unidos y Canadá, esto debido a que la incipiente industria nacional carecía de las herramientas y apoyos necesarios a fin de competir con las grandes trasnacionales que poseían bastante experiencia en países en vías de desarrollo. De esta manera, el proyecto nacional de independencia económica y autosuficiencia alimentaria promovido en la década de los 30 y 40 del siglo XX fracasó, agravando el descontento social y privando a los más pobres de una manera honrada de ganarse la vida.

Aunado a lo anterior, la migración y la pobreza se volvieron un eje importante en la política social del Estado pues entre 1988 y el 2012 aumentó radicalmente, lo que se tradujo en el alza del crimen organizado, el narcotráfico, la tasa de homicidios e incluso inestabilidad política; pronto estos fenómenos superarían la capacidad del Estado para asegurar los derechos fundamentales del ciudadano común al mostrarse incapaz para detener las escaladas de violencia en estados como Sinaloa, Tamaulipas, Michoacán y Guerrero, viéndose en la necesidad de militarizar zonas y de delegar tareas meramente simbólicas a las autoridades locales.

La guerra contra el narcotráfico, el descontento social (en particular el de los grandes empresarios), los escándalos de corrupción y la ineptitud política ante problemáticas migratorias y de seguridad nacional, mostraron aún más la incapacidad del gobierno para garantizar el Estado de Derecho, lo cual fue el trampolín para saltar nuevamente a la escena política de un viejo candidato de izquierda cuya carrera política empezó en las viejas filas del partido oficial, con una fuerte convicción y una astucia política no vista desde hace décadas.

¿Quién es AMLO?

AMLO inició su carrera política en las filas del Partido Revolucionario Institucional (PRI) en la década de los 70, del cual rechazó los métodos tradicionalistas de elección presidencial y partidista lo que lo orilló a ser partidario de la Corriente Democrática. Para 1989, se consolidó el Partido de la Revolución Democrática (PRD), del cual se convierte presidente en su estado natal, Tabasco. A pesar de postularse como gobernador de dicho estado, no tuvo éxito e incluso denunció irregularidades durante la elección. En 1996 ocupó el cargo de presidente nacional del PRD y en el 2000 compitió para la jefatura de gobierno del Distrito Federal del cual resultó electo para el periodo 2000 – 2005. Tras el término de su mandato como jefe de gobierno, se postuló en dos ocasiones para la Presidencia de la República (periodos 2006 – 2012 y 2012 – 2018), perdiendo por escasos puntos ante los candidatos del Partido Acción Nacional (PAN), Felipe Calderón Hinojosa y del Partido Revolucionario Institucional (PRI), Enrique Peña Nieto, respectivamente.

Sin dejar de lado la calumnia y la gran oposición de las élites económicas y políticas, AMLO se postuló nuevamente a la presidencia de la República para el periodo 2018 – 2024, esta vez a través de un nuevo proyecto de nación liderado por el partido Movimiento Regeneración Nacional (MORENA), en alianza con el Partido del Trabajo (PT) y el Partido Encuentro Social (PES).

Breves consideraciones sobre la izquierda

Si bien AMLO representa la izquierda del siglo XXI, es importante mencionar que durante el siglo XX la izquierda no tuvo una presencia importante (salvo durante el gobierno de Cárdenas y el modelo de educación socialista) hasta 1988 con Cuauhtémoc Cárdenas, fundador del PRD y primogénito del ex presidente Lázaro Cárdenas del Río. En este sentido, Cárdenas permitió que la izquierda tuviera un impacto importante en la sociedad mexicana e incluso invitó a participar en una nueva forma de hacer política a través de la resistencia civil pacífica y el diálogo (no se contempla como fuerza política representativa al Partido Comunista, esto por no tener una presencia importante en el Legislativo, a pesar de haber logrado algunas curules durante la reforma política de Reyes Heroles en el sexenio de López Portillo).

Fuera del ámbito nacional, el movimiento izquierdista tuvo un renacimiento y particular auge en el último cuarto del siglo XX en países como Argentina, Brasil, Venezuela, Bolivia y Ecuador, cuyos gobiernos se caracterizaron por promover ideales populistas y el mantenimiento del Estado de Bienestar, promoviendo programas económicos proteccionistas, financiados principalmente mediante la recaudación fiscal y la implementación de subsidios a la industria nacional.

Cabe recalcar que esta izquierda surge como alternativa del círculo vicioso de corrupción y servilismo hacia las potencias occidentales, esto debido a que entre la década de los 80 y los 90 se trataron de implementar las prácticas de la escuela económica de Chicago, a fin de probar el modelo neoliberal, cuya idea principal era la disminución de cuotas sociales para así reducir el endeudamiento y maximizar la estabilidad de las finanzas públicas, lo que en teoría se traduciría en crecimiento y desarrollo económico. Lamentablemente, el modelo neoliberal no considera la naturaleza humana lo que sumado al código cultural de los países latinoamericanos, terminó por estimular el nepotismo e incrementó los índices de corrupción, endeudando aún más al Estado e impidiendo que los recursos destinados al desarrollo social y económico se filtraran hacia las altas cúpulas del gobierno.

Este escenario, nos da pautas para repensar la revolución bolivariana en Venezuela, el gobierno de Evo Morales en Bolivia e incluso la Argentina de los Kirchner, puesto que a pesar de que sus ideales fueron nobles y radicales, la aplicación de la política económica así como pública, no consideraron el código cultural ni las circunstancias del momento, lo que derivó en altas tasas de inflación, negación de créditos internacionales y hasta el incremento de la deuda pública.

Es menester enunciar que de todos los países de izquierda que a nivel regional han jugado un papel importante en la conformación de bloques económicos y políticos contrarios a las directrices de la política exterior estadounidense,  hay un caso particular que sobresale de todos los demás y es el caso de Venezuela empero, ¿es Venezuela tan malo como lo pintan los gobiernos “imperialistas”?, ¿el sueño de Chávez iba más allá de la conformación de un gobierno centralizado?, ¿es el chavismo por antonomasia la izquierda latinoamericana?

La Venezuela de Chávez

Para este punto, valdría la pena enunciar que la izquierda latinoamericana la podemos clasificar en tres etapas, a saber:

Periodos del Populismo

Dado lo anterior y de manera general, se puede establecer que las tres etapas se caracterizan por la implementación de políticas públicas que otorgaban a la sociedad el acceso a la educación gratuita, el reparto agrario, el aumento al salario mínimo, un sistema judicial imparcial y eficiente, la eliminación del nepotismo y la protección del obrero con fuertes instituciones de seguridad social, etc., siempre buscando el bienestar del pueblo a través de la paulatina implementación de un Estado de Bienestar dirigido al desarrollo económico y social desde la base política (Etapa III), dicho de otra forma, permitió la creación de poderes centralizados con el fin de manipular sin resistencia el eje de acción del Estado, previniendo el movimiento de enemigos políticos potenciales que pudieran poner en riesgo el proyecto de nación (muy frecuente en las etapas I y II).

Particularmente, el caso venezolano tiene su origen en la crisis económica de los 80 y los graves escándalos de corrupción del gobierno de Carlos Andrés Pérez, durante el cual se dieron fuertes manifestaciones (el Caracazo) que culminarían con la represión del Estado como forma de detener y contener los disturbios. Este suceso permitiría que en 1992 se dieran las primeras alcaldías de izquierda y, por ende, el renacimiento de la ideología bolivariana como eje de la política social y estatal, cuyas pláticas se abordaban a través de los “círculos bolivarianos”.

Chávez se identificó rápidamente con los ideales de Bolívar, así como con la situación política y social que prevalecía en el país (particularmente por lo sucedido durante el Caracazo). Lo que lo orilló a encabezar un golpe de Estado en contra del presidente Carlos Andrés Pérez en 1992, fracasando en el intento, siendo encarcelado durante dos años. Ya una vez fuera de prisión, se postuló a las elecciones presidenciales en 1998 con una gran victoria, ocupando el cargo hasta el 2013.

Desde que Chávez ocupó el poder y hasta su muerte, el régimen se puede analizar en tres breves y resumidas etapas:

Etapas del Populismo

En estricto sentido, la Segunda Etapa implica que la revolución bolivariana de Chávez no recae sobre la implementación de una política económica socialista, sino sobre una política social que permitía al obrero y al empresario trabajar en conjunto, dicho de otra manera, la revolución bolivariana era una revolución social y no socialista, lo cual se podría malinterpretar por la serie de nacionalizaciones que implementó el gobierno de Chávez a principios del siglo XXI producto de los altos ingresos petroleros, sin embargo, esta política obedecía a principios de industrialización nacional (muy similar a las políticas populistas mexicanas de la década de los 70 y los 80, particularmente durante el gobierno de José López Portillo y Luis Echeverría).

Lamentablemente, el sueño social de Chávez comenzó a caer a pedazos a partir del 2008, pues la crisis económica y la carencia de divisas que frenéticamente financiaron el desarrollo de las industrias productivas del Estado impidieron su mantenimiento y producción. Ante este escenario, la propuesta del gabinete de Chávez fue el cerrarse aún más, particularmente hacia los Estados Unidos, lo cual los llevó a la asfixia económica tras la negativa de créditos internacionales (estadounidense y europeo, principalmente), así como la adquisición de tecnologías avanzadas para la exploración y producción petrolera y otros productos de primera necesidad. La última táctica convincente de Venezuela fue el optar por comerciar con países que simpatizaban con el Comandante como por ejemplo Cuba, país del Caribe con quien intercambiaba petróleo por medicinas u otros productos, como medio desesperado de curar una economía enferma de inflación y fuga de capitales.

La situación con Maduro no fue distinta, pues su falta de pericia y astucia política lo llevó a enemistarse con países de derecha e incluso provocó fuertes tensiones con los Estados Unidos (siendo la firma de acuerdos comerciales y militares con Irán y Rusia los principales motivos de dichas tensiones). Así mismo, el avance de la oposición, las crecientes quejas de parte de los exiliados, los altos índices de inflación (de acuerdo con el FMI, para el 2017 fue del 1,133%) y el recrudecimiento del desabasto, colocaron a Venezuela como uno de los países con una economía riesgosa para invertir, provocando profundas enemistades en el nuevo y viejo continente.

Este análisis se aborda con la finalidad de percatarnos que la continencia, templanza y planificación económica son elementos fundamentales para el desarrollo y prosperidad política de un país.  Por añadidura, la buena calificación crediticia y el sentido de respeto entre naciones crean una imagen atractiva del país hacia la comunidad internacional, lo que se traduce en una marca – país con potencial para atraer capitales extranjeros, promoviendo la inversión en sectores estratégicos y generando empleados directos e indirectos.

El proyecto económico de AMLO

Llegado a este punto, hemos analizado brevísimamente el proceso histórico y social de la izquierda en México y América Latina, deteniéndonos un momento en el desarrollo de la revolución bolivariana como un ejemplo del populismo radical (y digo radical porque ha habido movimientos moderados como lo fue el de Mújica en Uruguay o el de Lula en Brasil), con lo que podemos distinguir entre las características de una izquierda “peligrosa” y una “benéfica” desde una perspectiva política, económica y social.

Dicho lo anterior, pasemos al libro denominado como “PEJENOMICS: Hacia una economía para todos”, donde se retratan las propuestas económicas que conforman el proyecto de nación de AMLO, del cual se extraen seis ejes de acción, a saber:

1. Fomentar la diversidad de actores en el sector bancario y propiciar condiciones para competencia.

En este primer punto, el proyecto de AMLO propone una diversificación del sector bancario a través del libre mercado, sin embargo, ¿este punto es una prioridad real para el desarrollo?, es decir, ¿es un sector verdaderamente prioritario?

La teoría económica nos dicta que dentro del sistema financiero los bancos fomentan el ahorro y lo canalizan a otros actores de la economía que requieren de capital para poder echar a andar proyectos o pagar deudas. Ciertamente la fortaleza del sistema financiero puede resultar una idea sumamente atractiva, pues una mayor competencia en el sector bancario podría traer mayor eficiencia con miras a convertir el capital ocioso hacia un capital productivo, sin embargo, este capital no serviría de nada sin una política industrial adecuada.

Durante años, la política industrial en México ha sido relegada para dar paso al desarrollo de otros ejes dentro del Plan Nacional de Desarrollo (PND) como lo fue el fortalecimiento del sistema financiero (lo cual se dio a partir de la década de los 80 hasta el presente). Hay que recordar que con la crisis del 94 (el efecto tequila), así como del rescate bancario a través del FOBAPROA, México ha pasado paulatinamente hacia una mayor disciplina fiscal y monetaria que han blindado al país ante las crisis económicas o vaivenes de la economía mundial, permitiendo un mayor control sobre los niveles de inflación y manteniendo el poder adquisitivo de la moneda (comparado con países similares de la región durante la segunda mitad del siglo XX).

En este mismo orden de ideas, imagine usted que por un momento es el Presidente de la República y tiene que elegir entre dos opciones: 1) un proyecto a largo plazo que puede resultar sumamente costoso en tiempo y recursos; o bien, 2) un proyecto a corto plazo que permitiría allegar de recursos a la economía nacional pero que, a su vez, puede ser retirado del país (capitales golondrinos); pues bien, esto pasa con la propuesta en cuestión. La diversificación del sistema bancario no es una prioridad a largo plazo, ¿por qué?, por el simple hecho de que la canalización de los recursos económicos de la sociedad se iría hacia empresas trasnacionales o desarrollos que no fomentan la creación y maximización de sectores estratégicos nacionales, caso contrario de una política industrial basada en el estímulo de dichos sectores estratégicos que no tienen un peso importante dentro del PND como lo es el sector agrícola.

Esta política industrial orientada al sector agrícola, permitiría hacernos competitivos ante grandes países exportadores de hortalizas como Argentina y Estados Unidos, así como recuperar aquella seguridad alimentaria que se fue perdiendo a partir de la década de los 60. El esfuerzo es grande y puede que se requieran poco más de 20 años para que la política industrial surta efectos sobre la economía nacional, empero, es un esfuerzo inexorable en el cual se requiere invertir si no se quiere depender y posteriormente afectar al ingreso de las próximas generaciones.

2. Crear un fondo mixto de inversión pública y privada para detonar proyectos de infraestructura.

La inversión pública y privada en cualquier sector resulta ser de gran atractivo para el desarrollo de la economía de cualquier país, no solo de México, esto debido a que se aumenta la calidad de vida de los ciudadanos y se permite el flujo de capital a través de distintos actores económicos (Casas de Bolsa, bancos, constructoras, acereras, etc.).

Lamentablemente, el Estado de Derecho resulta fundamental para poder crear asociaciones público – privadas a fin de crear proyectos en conjunto. La certidumbre jurídica proporciona al mercado seguridad e incluso estimula el flujo de demás actividades económicas, es por ello que un sistema judicial imparcial y con gran profesionalismo permite mejores relaciones de negocio ya que sin este se pueden generar conflictos que podrían incidir negativamente sobre el desarrollo nacional. El mejor ejemplo de esto son los proyectos que tiene Pemex con privados producto de la Reforma Energética, los cuales han salido muy mal para el país debido a los altos índices de corrupción, la falta de recursos humanos capacitados y la falta de capacidad de negociación, obstaculizando negociaciones “ganar-ganar”.

 3. Aumentar y diversificar las exportaciones.

¿Qué tan bueno es aumentar y diversificar las exportaciones?, ¿por qué una solución a corto plazo cuando se puede optar por una solución a largo plazo? Primero analicemos el sentido de “exportaciones”.

El problema de las exportaciones es que tú puedes vender mucho, pero no implica que ganes necesariamente mucho. La realidad económica nos dicta que muchas de las ganancias que nacen de las exportaciones de los países subdesarrollados (como México), son pequeñas a comparación de las ganancias que adquieren los corporativos extranjeros por la venta de dichos bienes terminados (o servicios), esto debido a que los países maquiladores no son como tal dueños de la invención y no forman parte de la ganancia “real” de la venta de dicho producto, sino que son parte del costo de dicho bien. Para el caso de México, los productos que en su mayoría exporta no son del todo mexicanos (salvo algunas hortalizas, textiles e incluso artesanías), esto debido a que la mayoría de las maquiladoras trabajan gracias a la inversión extranjera (como por ejemplo, el sector automotriz) en vez de la inversión nacional.

Por otro lado, para volver competitivo al país en términos de exportaciones, se tiene que promocionar una economía “devaluada”, es decir, una moneda que valga menos a fin de que otros países les resulte más barato comprarle a México que a Brasil o a Argentina (se comparan estos países por tener capacidades y calidades similares en el sector manufacturero). Para que esto suceda, México tendría que devaluar su moneda (no necesariamente pero es lo que en la mayoría de los casos sucede), a través de una política económica que castigue el poder adquisitivo del consumidor a fin de allegar de capitales extranjeros al país (divisas).

Ahora bien, para mantener la inversión extranjera (recuerde que no se tiene una política industrial nacional que incida sobre el desarrollo de la Ciencia y Tecnología nacional a fin de crear una industria propia), se tendría que optar por hacer ajustes en la política económica, e incluso perder poder de negociación ante las cámaras empresariales y los inversionistas extranjeros.

La solución a largo plazo es el estímulo a la Ciencia y Tecnología, la aplicación a la educación de calidad y la planeación de una política industrial efectiva que permita la creación de empresas grandes de capital nacional que fomenten el desarrollo económico de manera segura.

 4. Aplicar una política de cero endeudamiento y baja inflación.

Imagine usted que le ofrecen un crédito de 10,000 MXN el cual lo puede utilizar en dos opciones, 1) hacer compras en una tienda departamental; o bien, 2) invertir en un fondo de inversión para el enganche de su próxima casa o la educación de sus hijos; en ambos casos se perciben dos ideas, la deuda mala y la deuda buena. La deuda mala se caracteriza por no devolverle una rentabilidad a largo plazo, es decir, por no ser productiva, por otra parte la deuda buena le permite hacerse de una deuda a corto o largo plazo por un bien mayor, del cual se puede maximizar la inversión e incluso prevenir un mal mayor (como es el caso de coberturas o seguros de vida).

Como podemos ver, la deuda depende del uso que se le dé y el concepto aplica de igual manera a personas como a países o empresas. Así pues, el endeudamiento no es malo, sino que todo gira a cómo se maneja esa deuda en el largo o corto plazo. De esta manera, el cero endeudamiento sería bueno siempre y cuando prevaleciera una política económica, educativa, monetaria e industrial, encaminadas al desarrollo nacional (reiteramos el uso del beneficio del largo plazo sobre el corto plazo); en síntesis endeudarse para invertir en Ciencia y Tecnología incentivaría el desarrollo de bienes y/o servicios con miras a mejorar la calidad de vida y el desarrollo económico del país, permitiendo que a largo plazo se gasten menos recursos en mantenimientos o producción en determinadas industrias.

Por otra parte, una baja inflación va de la mano con la política monetaria, la cual, de acuerdo con el numeral 3, podría incidir negativamente de acuerdo con el movimiento del dólar. Si aumentamos la inversión extranjera (repensemos el punto 3), habrá más divisas (especialmente USD), aumentando el monto de las reservas internacionales, lo cual podría abaratar el dólar respecto al peso, sin embargo, lo ideal sería que el peso valiera menos para exportar más, por lo que las cosas importadas costarían más y previendo que la moneda del comercio internacional es el USD, dichas importaciones costarían más, lo cual generaría inflación.  Un ejemplo de esto es el precio de la gasolina, la cual ya se encuentra en los 20 MXN por litro y que con el tiempo se ha convertido en un producto indispensable para el desarrollo económico (el transporte público, y privado como lo es el de bienes y servicios). Bajo este pensamiento, ¿es real mantener una baja inflación en un ambiente volátil (en referencia a la postura económica de EUA relativo al comercio internacional con sus principales socios) y la base de un mayor número de exportaciones?

 

 5. Consolidar destinos posicionados e incentivar nodos de desarrollo turístico regional en zonas con potencial.

El sector turístico es uno de los sectores estratégicos que promueven zonas con pocas oportunidades en otras áreas de la economía nacional. Esta propuesta resulta ser una de las más acertadas dentro del proyecto de nación de AMLO, principalmente por el declive económico de las zonas petroleras en el Golfo de México entre el 2013 y 2015, minando el desarrollo de la región sur.

Es por esto que el incentivar nodos de desarrollo turístico permitiría a las localidades de la región sur y Pacífico-norte crear fuentes de trabajo a fin de prevenir la migración hacia las grandes ciudades del país o a los Estados Unidos, estimulando a la industria hotelera y las actividades que directa o indirectamente intervienen en esta.

 6. Favorecer los programas universales que detonan el consumo y las economías regionales.

México requiere de un presidente que piense en la sociedad en su conjunto, sin favoritismos y de manera objetiva, imparcial. Toda aquella política que detone el consumo y las economías regionales es, de manera ideal, lo deseable en todo PND, sin embargo, esta concepción de desarrollo económico es muy relativo y ambiguo.

Las promesas de políticos que suenan mucho pero dicen poco resultan ser, en su mayoría, olvidadas y relegadas, simplemente usadas como bandera de un partido deseoso de ganar y con la falta de un pensamiento crítico y objetivo sobre la realidad nacional, ¿es esta una propuesta objetiva?…

 

La Constitución Moral

Fuera de la escena económica, la propuesta de una Constitución Moral es un elemento trascendental en la campaña de AMLO, puesto que enfatiza el sentido de responsabilidad civil que se ha ido perdiendo a lo largo de los años. Esta pérdida de principios y valores han lacerado significativamente el tejido social de este país, fomentando la división entre los ciudadanos y promoviendo el coraje hacia el prójimo, a tal grado que la promoción de “¿Tienes el valor, o te vale?”, fue la bandera de cierta empresa de radio y televisión con la finalidad de incentivar el civismo que tanto hace falta. En este sentido, la Constitución Moral se vuelve más que una bandera política, es una necesidad social que debe de adquirir el ciudadano a fin de cambiar la estructura política y de comportamiento, incidiendo a largo plazo en una mejora económica, política, social e incluso cultural.

Políticamente, AMLO hace un llamado a la unión social de viejos y jóvenes, hombres y mujeres, ricos y pobres, cual si se tratara de una novela producto de la Revolución Francesa donde Montesquieu, Rousseau y Voltaire, fungen como coautores de esta magna obra, siempre encaminada hacia el amor, la ética y la moral, tres preceptos que, bajo consenso de los actores primarios y secundarios (la élite social como empresarios, políticos y líderes sindicales, y posteriormente el ciudadano de a pie),  todos podrían por fin convivir fraternalmente, con igualdad ante la ley e incluso con el “respeto” hacia las instituciones, pero, ¿es esto posible? ¿Socialmente se puede “pactar” un comportamiento entre todos a corto plazo?

De acuerdo con Clotaire Rapaille, los países poseen un código cultural que les dicta cómo comportarse debido a la unión de un lenguaje, tradiciones e incluso pasado histórico común, entre otros elementos. Esto representa un factor determinante para saber que un español es originario de España a pesar de que viva en Colombia, o bien, que un estadounidense es originario de Estados Unidos aunque viaje al Reino Unido; el código cultural es, por excelencia, un elemento sociológico sustantivo para entrever el futuro de una comunidad.

Por otra parte, de acuerdo a Andrés Roemer, la sociedad también puede cambiar pero ese factor de cambio depende bastante de las bases culturales e históricas que se presenten, así como de la resistencia al cambio de una comunidad, en particular frente a amenazas externas, es decir, frente a cambios que pueden afectar sustantivamente el estatus quo.

Dicho lo anterior, la Constitución Moral se enfrenta a dos conceptos, por un lado está el código cultural que, con el análisis histórico nacional abordado en un principio y el análisis de la izquierda latinoamericana del siglo XX y XXI, nos dan pautas para repensar el hecho de que el cambio social se ha vuelto parte de la escena histórica desde la fundación del Estado mexicano en el siglo XIX.

En este orden de ideas cabe recalcar que México nace de un Estado corrupto en donde la oligarquía usurpa el poder al pueblo, colmando de favores y puestos a los más cercanos al Emperador Iturbide, o bien, a los altos mandos del ejército. Iturbide proclamó como única religión a la católica y permitió que el clero fuera una herramienta fundamental para el control de la sociedad. Entre 1821 y 1876, el Estado mexicano fue partícipe de numerosas guerras internas e internacionales en donde se polarizaron los ideales de la sociedad e incluso fomentó el clasismo, distinguiendo notoriamente entre el indígena, el mestizo y el blanco y/o extranjero.

Afortunadamente durante el caudillismo y el periodo de instituciones (siglo XX) se trató de implementar una identidad nacional a través de la educación pública, sin embargo, el código cultural no cambió en su base pues el mestizo y el blanco no eran iguales ante la ley, incluso en este siglo XXI, los casos de impunidad y favoritismo siguen siendo frecuentes e inclusive “normales” ante los ojos de propios y extraños. Este pasado histórico resalta el hecho de que el código cultural impuesto desde la colonia y complementado durante la etapa independentista hace difícil que el pensamiento colectivo cambie, pues su penetración en todos los ordenamientos de la vida nacional ha creado una realidad paralela entre el norte y el sur, entre las comunidades marginadas de Chiapas y la vida en USD de Nuevo León.

Ahora bien, también se tiene la posibilidad del cambio, es decir, las probabilidades de que, mediante una táctica o estrategia política y económica adecuada se cambie de raíz el “chip” de la sociedad. Como ejemplo tenemos el cambio económico que experimentó China posterior a la muerte a Mao y que, gracias al mando de Deng Xiaoping, se dio un cambio en el paradigma tras una acertada política pública, uniendo lo tradicional con la modernidad, abriendo la economía china al libre mercado a través de “un país, dos sistemas”, materializada bajo las Cuatro Modernizaciones.

¿Es entonces la Constitución Moral una posibilidad o una falacia? Depende de dos elementos 1) el poder del Estado para cambiar el estatus quo mediante un cambio pequeño, pero cambio al fin; y 2) la modificación del comportamiento social a través de la reprogramación del sentido común y la responsabilidad civil. Si bien es cierto que el cambio no solo depende del ciudadano sino de las élites políticas y económicas, es bueno suponer que la conformación de instituciones fuertes que impidan favoritismos (empezando con el nepotismo en MORENA, el PRI, el PAN, y cualquier otro partido político que esté registrado), hasta la reestructuración del sistema educativo con la finalidad de repensar el sentido inclusivo de la sociedad, de fomentar una realidad distinta a la del narcotráfico y a la del gobernante corrupto.

¿Usted se ha puesto a pensar por qué “La ley y el Orden” es una serie tan famosa en Estados Unidos y por qué “Narcos” o “El Chapo” es tan famosa en México? Porque inconscientemente hacen referencia a los valores fundacionales del Estado estadounidense y mexicano respectivamente; por un lado tenemos un Estado que pelea en contra de la tiranía (elemento que promovió la independencia de las 13 colonias en el siglo XVIII y que, a su vez, es un elemento de fuerte identidad dentro de la Declaración de Independencia y la política exterior de dicho país), y por otro lado, tenemos al ladrón que mata y roba porque no tiene más posibilidades para salir de su pobreza, esto debido a una oligarquía ambiciosa y clasista que no promete más que para los suyos (la imagen del gobernante corrupto forma parte de la vida política nacional desde la conformación del Estado, pues el nepotismo y el favoritismo se fomentó naturalmente hasta el presente, ocasionando pobreza y falta de oportunidades que orillaron a las clases pobres a encontrar medios deshonestos para vivir, lo cual se ha vuelto un serio problema de seguridad pública en los países latinoamericanos).

En conclusión, las propuestas de AMLO resultan tener un corte neoliberal, con una gran noción de la realidad económica del siglo XXI, sin embargo, dista mucho de ser una propuesta digna de un grupo de izquierda pues su falta de política económica encaminada a la sociedad lo coloca en un ala de derecha más. La Constitución Moral es quizá la idea más acertada de su discurso, sin embargo, los obstáculos culturales e históricos juegan un papel sustantivo para cambiar la mentalidad del inconsciente colectivo. No hay que olvidar que puede haber infinidad de gobiernos pero lo único que permanece es el Estado, cuya conformación depende en gran medida de las acciones individuales del ciudadano que, en su conjunto, determinan sustancialmente la configuración cultural de un país.

 

“That whenever any Form of Government becomes destructive of these ends, it is the Right of the People to alter or to abolish it, and to institute new Government, laying its foundation on such principles and organizing its powers in such form, as to them shall seem most likely to effect their Safety and Happiness.”

 

-Declaración de Independencia de los Estados Unidos de América (1776).

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