saving mexico

“Saving Mexico”: La Decadencia del Sexenio y el Fracaso de un Partido

“La historia se repite dos veces: la primera como tragedia, la segunda como farsa”

Karl Marx.

Para muchos el 2012 representó la épica batalla entre el bien y el mal. Mientras la izquierda perfilaba a uno de los mejores alcaldes del mundo y la derecha se centraba en borrar las huellas de un oscuro pasado tras 12 años de conservadurismo radical, el centro preparaba a un candidato carismático y reservado, un hombre educado en los viejos principios de la dictadura partidista que gobernó México por tres cuartos de siglo.

Los primeros resultados arrojaban un evidente empate. El resultado fue tajante pues para fortuna de muchos y desgracia de otros tantos, el Partido Revolucionario Institucional (PRI) ganaba la silla presidencial como en los viejos tiempos. El ascenso de Enrique Peña Nieto como Presidente Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos podría representar un cambio de la férrea política católica del Partido Acción Nacional (PAN), una pequeña oportunidad al “nuevo PRI” que regresaba del exilio tras 12 años de haber sido desprestigiado y castigado por la ciudadanía.

 

“Saving Mexico”

La portada de la revista Times mostraba al nuevo candidato como la solución a todos los problemas del país, un hombre con experiencia política y gran pericia, asesorado por las viejas cúpulas del poder que permitieron el nacimiento y permanencia de “la dictadura perfecta”. Fuera de las fronteras fue bien visto por los Estados Unidos de América y ampliamente aceptado por la Comunidad Internacional como el líder que México requería ante los grandes retos que se avecinaban, sin embargo, transcurridos los primeros dos años de su gobierno no todo pintaba bien.

Los tropiezos y desaciertos de su gobierno incrementaron la soledad del joven Presidente, aquellos incondicionales que se llamaban amigos lo abandonaron a su suerte en medio de una crisis política nunca antes vista pero, ¿por qué fracasó el proyecto de nación tan prometedor en el que todos tenían puesta la esperanza del desarrollo y la estabilidad?

La política como vocación

Las decisiones políticas responden en gran parte a casualidades de su presente e incondicionalmente a las causalidades que surgen de un pasado lejano; la historia juega un papel fundamental en el desarrollo de una sociedad y, por ende, en las directrices del Estado. En este sentido, el Partido Revolucionario Institucional nació como producto de dos reestructuraciones partidistas anteriores, el Partido de la Revolución Mexicana y el Partido Nacional Revolucionario, quienes a su vez fueron producto de las demandas sociales que exigieron la salida de Porfirio Díaz en 1910, así como el periodo caudillista que se vivió entre 1913 y 1936.

Entre 1936 y 1988, México sufrió un crecimiento demográfico sin precedentes, el aumento de la clase media, la transformación de la industria nacional, el cambio a una economía petrolera y la apertura de México con el exterior, esto de manera general. Políticamente, entre 1929 y el 2000, un solo partido dominó la escena nacional, el PRI se consideró como una dictadura y a sus líderes como caciques a la vieja usanza de los hacendados porfiristas, sin embargo, el sentido de un partido único tenía un sentido histórico, un pasado común cuyo sistema pareció funcionar.

El PRI entendió rápidamente que la estructura política del porfiriato había proveído, en su momento, de una paz forzada encaminada al desarrollo económico y social del país, por lo que la manipulación de la democracia y el respeto incondicional a la figura presidencial jugaron un papel sustantivo en la aplicación coercitiva de la ley (y de las directrices del Estado); un partido único garantizó una transición ordenada y el paso a proyectos continuos entre gobiernos. El costo social fue evidentemente la falta de libertades, la creciente impunidad, la corrupción y la prepotencia de servidores públicos con la población civil.

Entre 1988 y el 2000 se dio un periodo de transición en un sentido económico y político. La firma y la entrada en vigor en 1994 del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, abrió el mercado nacional a dos de los países de primer mundo más influyentes en la economía internacional y para 1997 se dio la tan esperada reforma política que permitiría a la oposición llegar a ocupar escaños antes impensables, incluso la presidencia. Esto significó el final del control del partido hegemónico y la posterior crisis política que se viviría en las elecciones intermedias del sexenio de Ernesto Zedillo. La figura presidencial pasó a ser una pieza más del tablero político y su poder seriamente minado por el poder legislativo.

Lo anterior nos da pautas para la reflexión sobre un periodo histórico que socialmente se rigió, en parte, por los contrastes socioeconómicos, producto de una revolución que olvidó los intereses populares y que posteriormente promovió las viejas usanzas políticas del siglo anterior. El cambio político no trajo consigo la madurez civil y la responsabilidad social, elementos que fueron evidentes entre el 2000 y el 2012.

 

El fenómeno de la nostalgia

El regreso del PRI para el sexenio 2012 – 2018, significó, en cierta forma, el regreso a la estabilidad y a los beneficios que representaba el viejo partido para la clase media y trabajadores del Estado. El partido que fomentaba la mano dura y actuaba sin titubeos, pareció una opción atractiva hacia lo viejo, que comenzó una guerra en contra del narcotráfico, y lo nuevo, una izquierda ambigua con tintes radicales.

El inicio del sexenio del presidente Enrique Peña Nieto, al igual que el de Carlos Salinas, se vio envuelto en una ilegitimidad que fue ampliamente criticada por la oposición, y como en aquel 10 de enero de 1989 (año en el que Salinas ordena la detención de “La Quina”, líder del Sindicato Petrolero), el gobierno ordenó la detención de la líder del Sindicato Nacional de Trabajadores del Estado, Elba Esther Gordillo, permitiendo ejercer presión sobre uno de los sindicatos más grandes de América Latina, permitiendo de esta forma implementar paulatinamente la reforma educativa

Por otra parte, las reformas fiscal y energética trajeron consigo un cambio radical en las finanzas públicas. El fin del monopolio energético trajo consigo una serie de rondas en las cuales se licitaron zonas para su explotación por empresas privadas, así como en producción conjunta con el Estado, sin embargo, esto representaría un serio descontento social por la memoria histórica y el objeto nacional que representaba dicha industria. Por otra parte, la reforma fiscal traería consigo una mayor recaudación fiscal y la implementación de las Tecnologías de la Información y Comunicación (TICs) para la creación de un sistema más eficiente, allegando al Estado de recursos más rápidamente y con mayor impacto.

La confianza del empresariado fue en detrimento conforme avanzó el sexenio. La inseguridad y la falta de coerción por parte del Ejecutivo Federal, fueron algunas de las variables que permitieron la impunidad y corrupción; las grandes empresas sufrieron saqueos, robos, falta de facilidades por parte de los gobiernos locales e incluso el aumento de impuestos en algunas industrias. El gobierno perdía estabilidad, lo cual se recrudeció aún más con la desaparición de 43 estudiantes de la normal de Ayotzinapa, Guerrero, con lo que se promovió un gran movimiento social en contra de la impunidad e inseguridad que provocaba el crimen organizado (ampliamente relacionado con el narcotráfico). El caso de Ayotzinapa incidió negativamente en la imagen de México en el exterior. Estados Unidos exigió un esclarecimiento de los hechos y la Unión Europea hizo evidente el descuido a los Derechos Humanos por parte del Gobierno Federal.

El proyecto que al inicio del sexenio representaba la luz de la esperanza y un proceso encaminado a la pacificación de la nación, se desmoronaba paulatinamente, el país queda en vilo y la sociedad escéptica ante el resurgimiento de la izquierda.

 

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *