Autocritíca Millennial: Nuestra baja tolerancia a la frustración

Leyendo el libro “El Camino del Carácter” de Brooks, que me recomendó un buen amigo, caí en cuenta de muchas realidades que los jóvenes de ahora no queremos aceptar debido a la inmersión en la cultura de la inmediatez, del éxito y la felicidad falsamente fabricados. Aclaro que soy millennial y creo en el potencial de nuestra generación, pero es importante ser autocríticos para mejorar.

En dicho libro, el autor compara las generaciones de antes y las recientes. Las generaciones anteriores se les educó bajo un sistema rígido donde los padres hacían un mismo frente con los profesores para detectar los defectos de los hijos, hacérselos saber para posteriormente trabajar en corregirlos, eran estrictos, establecían reglas severas que se debían cumplir a cabalidad, no solo era acudir a la escuela, sino realizar labores domésticas y una vez llegada edad suficiente, conseguir un empleo y coadyuvar con los gastos propios del hogar.

Esta cultura se fue relajando, generación tras generación, llegó un punto de inflexión, surgieron nuevos métodos de enseñanza y crianza, que han sido orientados a detectar y ensalzar las virtudes, hacer creer que se es especial, que se tiene una misión importante en la vida, que se es bueno para algo o para mucho y encerrar en una burbuja protectora. Se enseña la indisciplina -no como algo negativo- sino como una forma de ser auténtico, cuando en alguna ocasión el enseñando busca disciplinar al pupilo, los padres se vuelcan contra el enseñando, contra la escuela y sus directivos. Por eso los jóvenes nos frustramos cuando no obtenemos algo que queremos rápido, no comprendemos que se requiere esfuerzo invertido a través del tiempo. Dos factores: esfuerzo y tiempo.

El libro Outliers de Malcom Gladwell analiza carreras diversas de actores, pintores, concertistas, políticos, empresarios, líderes sociales, deportistas y concluye que el éxito de cualquier persona -sin importar su giro- está determinado por el número de horas que le ha invertido a su disciplina. Establece una regla de 10,000 horas para el éxito.

Observo que mis coetáneos entienden el éxito como un carro del año y una casa lujosa; cuando antes el éxito iba más encaminado a ser una persona de carácter bien forjado, instruido, resilente, preocupado e involucrado en el mejoramiento de su comunidad y esas acciones, realizadas bien, te llevarían por ende a una vida confortable. Hace falta que los jóvenes dejemos el pensamiento plástico e invirtamos en cultivar nuestro conocimiento, nuestro espíritu, buscar ser ciudadanos de mundo y no aldeanos encerrados en una caja con objetos que se deprecian.

Este método de pensamiento plástico resulta muy conveniente, hasta el momento en que se tiene que enfrentar a la realidad del mundo, la burbuja se rompe. Darnos cuenta de nuestra propia incompetencia, de nuestra falta de preparación, de que nos falta por conocer y aprender; que la vida sigue y el mundo girará con o sin nosotros. Busquemos reflexionar acerca de nuestras debilidades y fallas para buscar corregirlas.

Fotografía de nanigans.com

 

David Brooks en su libro pone una anécdota de la vida real para hacer entender que antes las personas resistían en sus encomiendas pese a la frustración de no hacer lo que querían, porque sabían que su actuar era parte de un engranaje mayor y que finalmente haría un bien a la humanidad, dedicaban su vida a las instituciones, pues estas, a diferencia de las personas, son permanentes (por esta misma razón no simpatizo del todo con las candidaturas independientes, aunque eso es tema de otro artículo).

George Marshall tenía todo para ser nombrado como Comandante Supremo de las Fuerzas Aliadas en la II Guerra Mundial, lo ansiaba como nadie, un buen día previo al inicio de la operación Overlord, el Presidente Roosevelt lo mandó llamar, el acudió emocionado, pensaba que le sería dado el nombramiento, sin embargo el Presidente le notificó que nombraría a Eisenhower como Comandante Supremo, a Marshall lo necesitaría más como operador tras bambalinas; Marshall acató la orden leal y disciplinadamente sin mostrar un ápice de inconformidad. La operación militar triunfó y el régimen nazi fue derrocado.

La historia ha reconocido a Marshall con el título que originalmente le puso Churchill: “Organizador de la victoria aliada”, sin su disciplina, trabajo y acato la victoria aliada no hubiese sido posible.

Recuerdo con cariño a mi abuela Consuelo, quien trabajó 31 años ininterrumpidos para el Seguro Social, dedicó toda una vida a una institución, incluso sobrepasó los años requeridos para jubilación, si algo debemos aprender de las generaciones anteriores es su constancia y disciplina.

Toño me compartió el otro día en mi muro de facebook una charla de TEDx de Odín Dupeyron en YouTube que se llama “No fabriques fantasías cuando quieras realidades”, debo decir que fue ilustrativa y reveladora. Si tienen oportunidad véanla.

Tal vez y cuando aprendamos a hacer nuestro trabajo –sea cual sea- con dedicación y empeño, terminemos siendo presidentes de una nación, como ocurrió con aquel salvavidas de Rock River, que realizó 77 rescates en el año, para luego dedicarse como comentarista de radio y después actuar por siete años como personaje secundario en filmes de bajo presupuesto, años después consiguió su primer protagónico en una película que fue severamente criticada y en cuyo debut no pudo estar presente por tener que prestar el servicio militar obligatorio requerido por su nación al estar en guerra. Era tanta su vocación por el cine que fue asignado a la unidad de video de las fuerzas aéreas. Al terminar su servicio regresó pero a la pantalla chica, su historia después de ello ya es más conocida, su nombre es Ronald Reagan.

Como conclusión, no hay atajo al éxito, el éxito no es confort y tampoco está determinado por el pensamiento positivo que se tenga, sino por la capacidad de invertir tiempo, sobreponerse al fracaso y a la frustración que la vida presente. Invirtamos más en nosotros mismos y menos en objetos exógenos, pero sobre todo aprendamos a distinguir la diferencia.

 

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