La Independencia no es como la pintan

Acaba de pasar el mes patrio y celebramos erróneamente como fecha de independencia el 16 de septiembre de 1810, cuando la independencia se concretó realmente el 27 de septiembre de 1821. Contrario a la creencia no llevamos 208 años como nación independiente, sino 197.

Opuesto a lo que nos enseña la historia oficial el intento de insurrección de Hidalgo fue fallido. El último de la estirpe insurgente, Vicente Guerrero se encontraba arrinconado en la Sierra Madre del Sur. Cosas de la vida, la independencia fue concretada por el comandante del ejército realista, Agustín de Iturbide, quien otrora fuera el más aguerrido combatiente y archienemigo de la causa insurgente.

La independencia trinufó por y para los criollos, no para los indígenas ni para mestizos, desafortunadamente no les haría la justicia que merecían.

En aquel entonces existía el caldo de cultivo a favor de la causa independentista, por movimientos como la revolución francesa, la guerra de las 13 colonias contra el imperio británico, la intervención de Napoleón en España, así como los pensamientos liberales de Rousseau y Montesquieu.

Sin embargo, por lo general es pasado por alto un factor importante, los criollos no estaban de acuerdo con la constitución liberal española de 1812. Los mismos criollos que defendieron la monarquía española, los que repelieron ataques británicos en suelo de la Nueva España y Nueva Granada, los criollos que ocupaban mandos de intermedios a altos pero jamás de primer nivel. Esos mismos criollos se sintieron traicionados con la Constitución de Cádiz, que los arrollaba con igualdad de derechos entre ellos y los indígenas.

La constitución de 1812 también llamada constitución de Cádiz, establecía la soberanía en la nación -ya no en el rey-, el sufragio universal masculino, la libertad de imprenta y confirmaba la ciudadanía española para todos los nacidos en cualquier territorio de la corona española, prácticamente fundando un solo país junto a las provincias americanas, africanas y asiáticas, además de finalizar la sangrienta inquisición.

Todo esto motivó que uno de los altos mandos militares de apellido Iturbide cambiara de bando y pasara a luchar a favor de la independencia, aliándose con Guerrero y proclamando la independencia de México, para luego ser proclamado primer Emperador de México.

La independencia de México al fin y al cabo no fue más que una transición de mandos, de españoles a criollos; y abrió la posibilidad a la participación de empresas extranjeras en la explotación de los recursos del país sin la necesidad de negociar con Madrid, sino directamente en la Ciudad de México.

Entre los intereses extranjeros se encontraban los de Estados Unidos, quienes no dejarían de alentar secretamente movimientos que desintegraran y desestabilizaran por completo a México, el único país que podría eclipsar a las ex colonias británicas en su sed expansionista y a tomar la bandera de la unidad Americana.  Ese ideal se ha quedado durmiendo el sueño de los justos.

A ciento noventa y siete años de independencia nuestros hermanos indígenas siguen replegados en zonas marginadas, como condenados al olvido.

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